Hombre Montaña

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Hombre montaña ... que en el fácil llano entre céspedes frescos, creces, ayudas,  dulcificas,  orientas al cenit con precisión de rayo,  irradias emociones de la órbita insomne como giros astrales.  Proteges en tu entorno a la propia Naturaleza, besas en la húmeda tibieza de la empapada arcilla en otra boca, oteas desde lo más alto, elevas grandes bosques, pero sin agua el monte no invades, ni los pedregales y peñas que en tormenta cae el hielo gélido, destrozando los empinados árboles de la Tierra –que la mayor parte de las veces- han sido podados y cortados por  hombres sin escrúpulos.

Ya no sé si reverdecerán con la misma espontaneidad de siempre …   Hoy, con acecho desbordante las miradas curiosas… observan esta figura…  en la blanca nieve cuando desean divertirse sin pensar ni tan siquiera por un inciso, si será real o conveniente tal disfrute.  En cambio tú emerges;  de la selva sin que sobresalga ni  tan siquiera un esclavo que en el llanto enjuga para acudir a su dueño. ¿Qué vendrá entonces?  ¡¡montaña  y agua!! como una suave melodía, ¿o las agrestes sombras que con savia y resina, enardecen de verde la florida primavera?


 Los sauces trenzan guías y con suspiros se inclinan hacia lo sublime de un jardín esplendoroso con un manto húmedo de sauces espesos, mimosas en flor,  acogen con sus ramas sin apenas rozar la dama de agua, enigmática, profunda,  que en su pecho de amante no distingue el calor ni el frío del hombre montaña. Temblando y enjuta mueve su cuerpo sin ventura, convulsa, majestuosa, y con delirio salinizado, bruscos saltos como la mar sin darse cuenta, enamorada salpica con espuma,  brisa, fuego y cantos rodados la boca de ti, “ hombre montaña”. 





Quino ©
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